viernes, 26 de diciembre de 2008

A modo de conclusión

Si bien está sustentada en una concepción clara sobre la autogestión, que se acerca más a la del Marxismo, como una etapa de asociación de obreros dentro del sistema capitalista, que a la del anarquismo que la ve como una solución más radical y ajena a ese sistema, la experiencia que el MTL llevó a cabo en Monteagudo surgió en la práctica, como evolución natural del trabajo que el movimiento realizó en la ciudad de Buenos Aires para paliar los problemas de vivienda de sus integrantes.
La coyuntura política de un gobierno nacional y local dispuestos a contemporizar con las organizaciones piqueteros y la sanción de una ley de autogestión de vivienda, impulsada por varias organizaciones que trabajan en el tema desde principios de los 90, hicieron posible que los militantes del movimiento pudiesen agruparse en una cooperativa y comenzar a construir un complejo habitacional, que además de solucionar sus problemas de hábitat palió, al menos por el tiempo que duró la obra, sus necesidades de trabajo.1
Pero la cooperativa Emetele parece haber excedido el marco de una experiencia concreta de autogestión, y ha buscado cierta continuidad en el tiempo ya sea a través de sus proyectos propios como el nuevo complejo que diseñará el arquitecto Estrella, como a partir de su incorporación en diversas obras como empresa constructora. En ese mismo sentido la obra de Monteagudo no sólo ha permitido que en conjunto los gestores del proyecto adquiriesen experiencia en gestión e incluso un capital de trabajo constituido por herramientas y maquinaria, sino que, a nivel individual, cada operario logró adquirir una experiencia y capacitarse en ciertos saberes que pueden servirle para reinsertarse en el mercado laboral ya sea dentro o fuera de los proyectos de Emetele. En este sentido resulta interesante destacar la cantidad de mujeres que han participado del proyecto incluso en tareas poco habituales para el sexo femenino como albañilería, plomería y herrería.
Por último el hecho de que el barrio se haya construido en Parque Patricios, y que contemple la posibilidad de que los patios y los lugares de recreación estén abiertos a la gente de la zona tiene que ver con la necesidad de inserción barrial del movimiento como estrategia política, por un lado, pero también con una necesidad de encontrar un lugar de pertenencia de sus integrantes, de encontrar una identidad. El sociólogo Denis Merklen ya explicó la gravitación que adquiere el barrio en los movimientos sociales de desposeídos:
“A medida que la deficiencia institucional se extiende y que aumenta el número de individuos que no encuentran soportes suficientes en el mundo del trabajo, la inscripción territorial gana importancia. El barrio se presenta como un lugar privilegiado para la organización de solidaridades y cooperaciones, base de la acción colectiva y fuente de la identificación: ante la desagregación de las identidades profesionales, el lugar de residencia aparece como una fuente identitaria e incluso en algunos casos como fuente de prestigio”.1
Quizás podría postularse que en esta coyuntura barrial se da en pequeña escala el tránsito hacia una economía social, hacia un sistema distinto. “la importancia de los movimientos sociales y de las iniciativas populares de autoorganización no deriva de la cantidad de pobladores que integran sino de su capacidad de representar problemas y puntos de vista de un grupo o sector que tiende a revolucionar lo cotidiano a raíz de las modalidades que asume su participación. 1
En cuanto a las estrategias de acceso al Plan de Autogestión de vivienda y de ejecución de la obra que han constituido uno de los objetivos de este trabajo, no se han detectado más irregularidades que la demora en la tramitación de los créditos y la arbitrariedad en la concesión del crédito y la arbitrariedad que puede verse como equivalente al clásico “favores por votos” que describió Javier Auyero como característico de las relaciones políticas en las clases bajas, o, que tiende a estar ligada con la capacidad de movilización y de presión que tienen los piqueteros. 2 Sin embargo, resulta un dato incontrastable que el Programa de Autogestión de vivienda gestado a partir de una ley de febrero de 2000 podrá exhibir su primera obra terminada recién en los primeros días de febrero, es decir siete años más tarde.

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