viernes, 26 de diciembre de 2008

Planes y más planes

Con la obra de Monteagudo terminada, y otra poniéndose en marcha en un terreno vecino, la gente del MTL apuesta a darle una continuidad a la cooperativa constructora. “300 viviendas no solucionan el problema de vivienda de todos los compañeros, ya que son más de 1200 las familias sin techo, así que tenemos que seguir construyendo en el marco de la autogestión con el programa del Instituto de Vivienda de la Ciudad. Sino va a tener que venir el Jefe de Gobierno Jorge Telerman a distribuir el mismo los departamentos para que no nos peleemos entre nosotros”, amenaza Carmen Cirano. Ella sabe que su argumento se parece bastante a un chantaje, pero eso no le genera ninguna culpa. Es un tema que han discutido bastante e incluso llevaron a una reunión en la sede del Gobierno porteño a fines de agosto de 2006.
“La idea es trasladar este proyecto al interior del país, a lugares como Chaco, Jujuy o San Pedro, en la Provincia de Buenos Aires, y también al Sur de la Argentina. Pero también replicarlo en la ciudad de Buenos Aires porque la demanda habitacional es muy grande. Sólo para solucionar el problema de los compañeros necesitaríamos tres o cuatro Monteagudo”, justifica Chile. Pero la cooperativa también busca posicionarse como empresa constructora para que quienes trabajen en ella encuentren una continuidad laboral. Ya se inscribió como proveedora del Gobierno porteño y se presentó a varias licitaciones. En abril de 2006 perdió frente a Green, una firma de San Luis, para levantar un complejo de diez torres de nueve pisos para el Instituto de la Vivienda en Villa Lugano. Pero, después de analizar los costos, la empresa puntana decidió subcontratar a la cooperativa piquetero para llevar adelante la obra. “Es un orgullo participar en un emprendimiento que, más allá de lo económico, tiene una razón social” explicó Carlos Amprino, titular de la empresa el día de la firma del convenio, aunque aclaró que sólo consideraron la posibilidad de trabajar con el MTL, después de ue el mismo Instituto de la Vivienda les sugirió que se acercasen a ver la obra de la calle Monteagudo.1
Según los datos que revelan tanto el Instituto de Vivienda como Green, el primer contrato que firmó la cooperativa Emetele fue de 13 millones de pesos. En él los piqueteros de comprometieron a poner trabajadores y maquinarias para construir las torres. Pero el presupuesto que tiene la obra es de un total de cuarenta millones de pesos. Semejante diferencia no pasó desapercibida por el Polo Obrero, el brazo piquetero del Partido obrero, que emitió un comunicado titulado “El MTL, de piquetero a subcontratista”. “El MTL ha constituido una de las formas clásicas del fraude laboral, que describe la Ley de contrato de trabajo: disimular la relación de dependencia bajo la forma ilegal de la cooperativa de trabajo El MTL ha dejado de ser una organización obrera que lucha por las reivindicaciones, como parte de una lucha de clases contra el capital; es un subcontratista”, acusa uno de los dirigentes del PO, Néstor Pitrola. Consultado sobre su punto de vista, Pitrola declinó profundizar las acusaciones, remitió a otros dirigentes del movimiento que prefirieron no dar más explicaciones y remitieron al comunicado partidario. ”La cooperativa de trabajo del MTL en Green cobrará el monto fijo estipulado, los 13 millones, para ejecutar una obra que costará decenas de millones. Los compañeros no podrán reclamar aumentos ni hacer paros, como podrían hacerlo en cualquier obra en construcción. Están a merced del costo de vida. Son responsables de su propia seguridad, porque aunque haya cláusulas están impedidos de ejercer el control obrero y organizar la lucha”, dice el texto.1
“Acá todo se resuelve en asamblea. Hace unos meses votamos que íbamos a trabajar los sábados para adelantar el trabajo. Pero, ojo, que eso se está pagando como horas extras que a nosotros nos vienen muy bien. Acá tenemos ART, tarjeta de débito para cobrar el sueldo y la posibilidad de una continuidad laboral, que no se da si vos entrás a trabajar en cualquier obra en construcción”, desmiente Beto González, mientras acepta a desgano un reto de Chile por transitar por la obra sin el casco reglamentario.
Como si las críticas no le importasen, el MTL también realiza una construcción de menor envergadura, para otra empresa privada: una decena de departamentos en Parque Avellaneda. Allí trabajan 70 personas supervisadas a la distancia desde Monteagudo, que reciben comida caliente que les llega diariamente en envases herméticos desde la cocina de Parque Patricios. “Un día la policía paró a la camioneta que llevaba los tupper, y la gente protestaba porque se le enfriaba la comida”, cuenta Cirano acostumbrada a los contratiempos.
Los dirigentes definen al MTL como un movimiento muy joven que extendió sus proyectos a 17 provincias e involucró a unas 30 mil personas. Pero ninguno de ellos llegó premeditadamente sino que fueron surgiendo al calor de las necesidades: Así lo relata Chile: “Empezamos a hacer autogestión buscando la supervivencia. La pelea es esta por recuperar la cultura del trabajo, por ende el trabajo siempre comienza por la producción. Criamos conejos, criamos chanchos, riamos gallinas. Tenemos huertas, tenemos fábrica de juguetes de madera. Tenemos tejedoras. Hemos exportado prendas a Italia de las compañeras que tejen en Jujuy Salta. Hemos abierto cientos de comedores y eso nos genera muchísimas obligaciones”.
Pero aunque los proyectos se multipliquen la gente del MTL reivindica a Monteagudo como el comienzo. “Esta es la primera experiencia de vivienda. Y con esta magnitud y esta modalidad que no reconoce antecedentes en América. Porque lo que tenemos acá es una organización social que administra recursos estatales y que garantiza que esos recursos vayan a quién estaba predeterminado, a las familias necesitadas”, sintetiza Chile para quien pertenecer al partido comunista y gestionar programas del Estado no son cuestiones antagónicas. “Todas las luchas son reformistas en esencia. Lo que hay que entender es que el Estado en el modelo neoliberal no es un ente monolítico, tiene profundas fisuras y en el marco de esas fisuras se pueden resolver la apropiación de recursos que en todo caso son propios, son del pueblo”, analiza con una seguridad admirable trasmitiendo argumentos que se debatieron cientos de veces en el seno de la organización. “Quienes presuponen que las necesidades de la gente esto se puede resolver en el marco de un berrinche de adolescentes, pateando tachos de basura por la ciudad, están equivocados. No se resuelve así. Si hay que patear techos, se patean pero lo que se necesitan realmente son propuestas”, dice para que no queden dudas.

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